Recuerdo que siendo pequeña, durante unas vacaciones en Chiriquí, me dijeron que teníamos que ir a la misa de bendición con velas, fósforos y agua porque vendrían 3 días de oscuridad total en los que sólo se podrían utilizar esas velas y fósforos benditos. El cuento era de pavor: no podría verse por las ventanas, ni salir de casa – que por cierto, también debería bendecirse antes de la fecha – todo aquel que no cumpliera con eso, moriría muy al estilo de las diez plagas de Egipto. Esos días nunca llegaron y el cuento quedó en el olvido hasta hace unas semanas que me dijeron otra vez que se esperaban 3 días de oscuridad antes de que acabe el mundo.
En el 2000, las historias de terribles calamidades renacieron con el Y2K y lo mismo pasó en mayo de 2011; en diciembre de 2012 el cuento del calendario maya fue el tema de conversación a nivel mundial y originó el turismo apocalíptico:México, Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras recibieron cientos de turistas que celebrarían el fin de una era según la profecía de la civilización mesoamericana.
El tema del Armagedón no es nuevo, ya había escrito en la edición 36 algo al respecto, por eso pienso que es inútil preocuparse por un evento cuya fecha desconocemos y que ha tenido a la sociedad jugando al cuento de Pepito y el lobo por siglos. Pasaron el año 400, más de 666 años de Islam, la predicción de 1843, el año 2000, el 21 de mayo del 2011, diciembre de 2012 y otras tantas profecías y el mundo no ha llegado a su fin.
Pero volvamos a los mayas. ¿Cómo podríamos dudar de la hecatombe si los canales científicos nos bombardearon con documentales y especiales al respecto? Afortunadamente, el 13 Baktún que para muchos suponía la destrucción total de la raza humana no significó más que cerrar un ciclo de 5,200 años, un renacer, un cambio de era.
Pienso que si en vez de comprar latas de atún y botellas de agua por estar pensando que se destruirá el planeta, nos enfocáramos en cambiar internamente podríamos mejorar nuestra propia existencia y el mundo mismo. No es una idea romántica y utópica, es llevar a cabo el mensaje de los mayas: iniciemos una nueva era, pero de adentro hacia afuera, comenzando de manera individual para después ponerla en práctica a mayor escala.
Yo, por mi parte, me pondré como resolución de año nuevo intentar mantener un pensamiento positivo; no iré a bendecir velas, ni pienso martirizarme pensando que vendrán los aliens o que un terremoto sacudirá la tierra y se tragará a todos los seres vivientes. Si me quieren acompañar a hacer un mejor camino sería maravilloso, así, cuando vengan los jinetes del Apocalipsis, podremos juntos y con una vida mejor, darles una buena bienvenida.
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