martes, 2 de octubre de 2012

Más respeto, por favor


Parece que algunas personas no entienden que a la sala de cine se va a disfrutar de una proyección; no comprendo para qué pagan entrada si no van a ver la película.
Tìpico: Va al cine, forma una larga fila para comprar el boleto, entra a la sala esperando disfrutar de la película y de repente... “riiiiing!” suena el celular de la persona atrás de usted y se pone a conversar como si estuviera solo y a nadie le molestara. Su cabeza se calienta, intenta ignorarlo unos segundos pero es imposible, voltea y le pide al impertinente que haga silencio, no pasa nada. La molestia permanece por un rato largo y usted no logra disfrutar del filme como esperaba.

A todos nos molesta esta situación; hace unas semanas sólo por curiosidad, pregunté a mis seguidores en twitter qué les molesta cuando van al cine, hubo respuestas diversas como niños que gritan y lloran, olor a ketchup, el aire acondicionado muy frío, el aire acondicionado apagado, los que patean el asiento del frente (donde resulta que tú estás sentado), los que llegan tarde y pasan entre las sillas tapando la vista a los demás y los que se duermen y roncan; pero la respuesta que más se repitió fue: ¡los que hablan!  A mi me ponen de mal humor, ¿cómo no molestarme si cuando era pequeña me enseñaron que hay lugares en los que uno no debe hablar por respeto a los demás: la iglesia durante la misa, el salón de clases y el cine durante la proyección de una película?  Aparentemente, la lección no se la dieron a todo el mundo, porque abundan quienes no pueden evitar incomodar mientras otros intentan prestar atención o pasar un rato ameno.

Puedo entender a aquellos que llegan a meterse en la trama de la película y la emoción los lleva a hablarle (y hasta gritarle) a la pantalla, como aquella señora que viendo Los 3 mosqueteros saltó del asiento y le gritó al Cardenal Richelieu – interpretado por Tim Curry - “¡muere bastardo!” o aquellos que en las películas de terror gritan “¡no entres ahí!”

También entiendo a los que hacen uno que otro comentario acerca de lo que está pasando a la persona que los acompaña, sobretodo en las secuelas o películas basadas en libros, comics o biografías: como el muchacho que se sentó al lado mío el día que vi Los vengadores y se disculpó porque llevó a su novia, que nunca ha sido fanática de los cómics, y tuvo que explicarle cada personaje, afortunadamente lo hizo en voz baja y como punto extra, pidió disculpas.

Pero a las que no puedo comprender por más que lo intento son a  aquellas personas que hablan de cualquier cosa dentro de la sala de cine y pagan una entrada para no ver la película: el que contesta el celular y se pone a echar cuentos como si no hubiera nadie al rededor,  los que ya vieron la película y cuentan lo que pasa mientras la están viendo otra vez, los que empiezan a conversar  y a quienes hay que aclararles que en el cine dan películas de ficción porque empiezan a gritar comentarios como “¡qué batazo!” o “¡eso es imposible!”

¿Dónde se empieza a educar? ¿quién explica las reglas de comportamiento en lugares públicos? Seguramente la respuesta general será que la urbanidad se enseña en casa y me pregunto si será posible reeducar a los adultos y empezar a educar a los niños, cambiar la actitud de quienes no entienden que es una falta de respeto e  incomoda a las personas que intentan disfrutar del filme y pagaron (igual que ellos) para hacerlo; no comprendo por qué pagan entrada si no van a ver la película.

Quizás la solución empieza por nosotros mismos. Si usted conoce a alguien que forma parte del grupo de los que habla mientras está en el cine, le invito a hacer un ejercicio: edúquelo; pídale que se ponga en los zapatos de los demás y pregúntele cómo se sentiría si un impertinente conversara a su lado mientras trata de prestar atención a lo que está sucediendo en pantalla; hágale ver que si fuera el caso, seguro se molestaría y pediría, al igual que nosotros, más respeto por favor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario