jueves, 5 de julio de 2012

Sin meter el corazón

Resulta difícil no encariñarse con proyectos que toca desarrollar desde el inicio y, como humanos, el principal error es olvidar que lo que estamos empujando es la carrera ajena.

Al empezar con un proyecto, para quienes representamos la carrera y desarrollo de un cliente, talento, producto o empresa es más el sacrificio que el beneficio que se obtiene; se inicia de cero, cuando nadie, entiéndase bien: NADIE estaba trabajando al cliente (en el caso de mi profesión, artista o grupo), nadie estaba interesado, nadie sabía quién era y nadie estaba apoyándolo; entonces ALGUIEN decide creer en el material y empezar a planear, desarrollar, pulir y posicionar en la mayoría de los casos por fe, ya que no tenemos como saber si va o no a funcionar.

Ese material que originalmente es de una sola persona o grupo, se convierte en una masa que hay que moldear y con el trabajo y seguimiento le va dando forma y se vuelve un asunto de equipo. No somos máquinas y uno llega a involucrarse con el trabajo (en algunas ocasiones más de la cuenta) y olvidamos que si bien nuestra carrera crece, lo que estamos echando a andar es la carrera de otro. Quien haya visto la película Jerry Maguire seguramente entenderá a qué me refiero. Cuando hay compromiso de ambas partes, todo marcha bien, pero ¿qué pasa cuando el compromiso solo viene de un lado?


Hace algún tiempo, una persona que lleva más de 30 años en el negocio de la música me advirtió que los artistas son malagradecidos: “cuando están pegados es gracias a ellos y cuando no lo están, es por culpa tuya y se buscan a otro promotor después de que tú te fajaste y los diste a conocer”. Poco después otra persona – con igual tiempo en el negocio - hizo el mismo comentario pero con una comparación peor, “son como prostitutas y se venden al mejor postor”.

Me niego a pensar que todos son iguales, porque sí existen quienes trabajan hombro a hombro para caminar. El error no es que brinquen donde otro promotor o que algún cliente cambie de agencia de relaciones públicas; el error es que dejamos que esto nos afecte porque le metemos todo el esfuerzo a lo que para muchos puede ser simplemente "un producto”.

Tengo colegas a quienes cariñosamente les llamo promotoras de corazón, excelentes profesionales que han echado adelante para hacerse un nombre en el negocio, que le meten la vida entera a su trabajo y se fajan a diario para echarlos adelante; todas alguna vez se han topado con un cliente que no tiene el mismo nivel de compromiso que ellas, todas alguna vez han tenido que superar que alguien se les vaya con otra persona y muchas veces les ha tocado ver cómo después de que esos artistas se marchan, no son tratados con la misma prioridad y sus carreras empiezan a descender.

De ellas (y de mi experiencia propia) aprendí que cuando esto sucede no nos queda más remedio que guardar el debido luto y seguir caminando. La solución no es fácil, de nosotros depende que no nos afecte si el día de mañana deciden tocarnos el hombro con una sonrisa y decir “muchas gracias por tus servicios” y, sobretodo, que está en cada una darse su lugar, valorarse como profesional y entender que siempre que se va uno, aparece otro. Pero sobretodo, toca hacerse de tripas corazón y empezar a ver cada cliente como eso: una cuenta en el portafolio que hay que trabajar sin meterle corazón.

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