lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Alguna pregunta?


¿Se ha preguntado alguna vez lo que cuesta organizar una conferencia de prensa? Si le digo que es un reto, ¿me creería?

Si dijera que sé cómo funcionan las conferencias de políticos, deportistas o médicos, le estaría mintiendo; pero conozco las de eventos y artistas y el cuadro pocas veces cambia: hay periodistas que en vez de ir a buscar la noticia, van a hacer vida social como si no entendieran que la finalidad es darles toda la información necesaria de primera mano y aclarar cualquier duda que tengan.

Le voy a contar lo que pasa al momento de hacer conferencias para que tenga una idea de la odisea a la que se enfrenta el organizador. 

Todo inicia con la búsqueda del lugar, fecha y hora; no puede coincidir con nada, ni ser antes o después de otro evento porque se corre el riesgo de que no asistan; no puede ser en horas específicas (temprano en la mañana o a la hora de almuerzo – aunque les dé comida) porque tampoco asisten y debe ser en un lugar con estacionamientos y acceso a taxis y parada de buses para que no le digan “no tenía cómo llegar”.

Después viene el envío de las invitaciones: si se trata de alguien reconocido, se pelean por ir; si se trata de alguien que pocos conocen, envían al nuevo por obligación, llegan tarde o simplemente no llegan. ¿R.S.V.P.? Muy pocos confirman asistencia sin que el organizador los llame a preguntar si van.

Inicia el evento y la parte incómoda para quienes conforman la mesa principal; es usual que mientras dan la información, los invitados conversan y que cuando abren el espacio de preguntas y respuestas, el maestro de ceremonia o quien encabeza la mesa principal diga “¿alguna pregunta?”, reine el silencio sepulcral o los mismos murmullos de conversaciones iniciadas desde la primera intervención.

Pero no todo es malo, hay un par de periodistas que sí van a trabajar y se deciden a romper el hielo, probablemente le sigan 3 ó 4. Después de que estas pocas personas reciben sus respuestas, vuelve a reinar el silencio y por último, el maestro de ceremonia – aburrido de esperar – hace pasar a todos a la mesa de bocadillos para un refrigerio (si es que no se los han comido ya). No faltará quien critique el menú y aquel que en vez de disfrutar de las bebidas disponibles prefiera pedirle al mesero una bebida a su gusto.

La odisea culmina con el pago total de gastos por el evento, el envío por email del comunicado de prensa donde se redacta lo que se dijo en la conferencia y la técnica de copiar, pegar y firmar como propio el comunicado en los medios representados por quienes no hicieron más que conversar. ¿Alguna pregunta?

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