Hoy, cuando desperté, me dieron ganas de ser productora musical ¿por qué no? Al fin y al cabo, cualquiera puede hacerlo, o por lo menos eso es lo que yo creía y parece ser la percepción de más de cuatro últimamente.
Algunos piensan que el papel del productor musical es sentarse frente a una consola de grabación y decirle al músico que está en el estudio qué o cómo debe tocar o cantar y ya. Pero lo cierto es que no es un título que se saca de una caja de cereal, se trata de un trabajo complicado.
Hace poco comprendí que la persona que produce la grabación de un disco es como un niño que juega distraído con una concretera: para todos está dándole vueltas a la rueda del carrito, pero él vive algo distinto; está rodeado por una ciudad magnífica construida con su imaginación. De la misma manera, el productor no solamente está tocando botoncitos y diciéndole a los músicos si lo que graban suena bien o no, sino que está creando toda una estructura auditiva y colocando cada instrumento en el espectro audible para que el resultado sea coherente y tenga calidad.
¿Sabían ustedes que a través del sonido, el productor sabe dónde se deben colocar los micrófonos para que cada una de las partes que completan un instrumento se encuentre en el espacio que le corresponde? ¿sabían también que este cálculo se hace matemáticamente con medidas físicas? ¿y sabían que según el género musical que se esté grabando, debe sobresalir uno o varios instrumentos por encima de otros?
El productor musical debe tener una idea clara del proyecto en el que está trabajando, saber hacia dónde y hacia quién va dirigido, debe ser objetivo, claro y directo. No en vano los más grandes productores del mundo contratan a otros productores cuando van a grabar sus proyectos personales.
Es verdad que su nombre aparece en las letras chicas dentro de los créditos de la obra discográfica, pero su trabajo es delicado. Sin embargo, hay quienes juegan a ser productores musicales sin tener idea de nada de esto.
Mientras me explicaban en qué consiste producir y me hablaban de medidas, pies, longitud, decibelios, hertzios, números que suben y bajan para ser captados por el oído humano y otros cuantos más para que el sonido no suene “reventado” o, por el contrario, demasiado bajo; yo, que era de las que pensaba que el productor juega con los botoncitos, no podía creer que fuera necesario manejar toda esa información.
Muchas personas desconocen la importancia de trabajar con un profesional y después se llevan los más grandes chascos porque el disco suena peor que una olla de frijoles en su punto de ebullición.
Debemos estar claros en algo: no porque alguien sea artista y haya grabado uno o dos discos producidos por otro puede decir que sabe cómo hacer el trabajo, tampoco se convierte en productor aquel que tiene la más reciente versión del programa de edición de audio, ni mucho menos quien se antojó de hacer un estudio en uno de los cuartos de su casa. Se requieren conocimientos matemáticos, conocimientos musicales, instinto y, sobretodo, sentido común. En algún momento debemos darnos cuenta de lo importante que son estos personajes porque, al final, en los productores musicales recae la responsabilidad de cómo queda el material. Y ahora que lo pienso, prefiero no jugar a ser productora musical, no quiero tanto peso sobre mis hombros.
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