Hace unos días encendí la radio del carro y escuché Smells like teen spirit de Nirvana en una emisora, me sorprendió gratamente porque no se trataba de una programación de recuerdos sino que súbitamente, en el medio de un montón de canciones actuales de pop y reggaetón, decidieron programar ese tema de 1991.
Mi reacción, después de la sorpresa y como imagino sería la de muchas personas de mi
generación, fue subir el volumen y cantar. Lo que pusieron después no lo recuerdo y no creo que tenga importancia. En la misma emisora, escuché En algún lugar de Duncan Dhu y My sacrifice de Creed, la reacción con ambas canciones fue la misma y estoy casi segura de que mi mamá, que estaba conmigo en ese momento, piensa que estoy loca por emocionarme por este tipo de trivialidades.
¿Qué hacer si es inevitable? Está científicamente comprobado que la música genera este tipo de reacciones y que puede convertirse en una máquina del tiempo. Primero porque libera dopamina, el neurotransmisor que produce sensaciones placenteras y se relaciona con la satisfacción de deseos, hacer llorar, reír y despertar el placer sexual. Segundo, porque el cerebro hace que se unan las emociones con las melodías; en una región de nuestro cerebro relacionada con el almacenamiento y la recuperación de recuerdos, las neuronas trabajan como centro de conexión entre melodías familiares, memoria y emoción.
Por lo menos eso es lo que dicen los expertos del Instituto Neurológico de Montreal y de la Universidad McGill, en Canadá y Petr Janata, profesor de sicología en el Centro para la Mente y el Cerebro de la Universidad de California en Davis.
Cuando en el medio de la rutina la programación en la radio da un giro inesperado y suena alguna canción que te remonta a una época específica de tu vida, es un instante casi mágico, porque si es cierto lo que dicen estos estudios, una canción que disfrutamos en un momento específico pasa a ser parte de la banda sonora de una película mental autobiográfica.
En mi caso, Duncan Dhu y Nirvana me recuerdan mis años de colegio y Creed a la universidad, pero mi banda sonora incluye mucho más. Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, Silvio Rodríguez, Menudo, Heart y Enrique y Ana serían parte de las canciones que narran mi infancia. Warrant, Def Leppard, Poison y Aerosmith, mi adolescencia. Jerry Rivera, Eddie Santiago, Ness y Nando Boom saldrían en las escenas de quinceaños y saraos, y llegando a la graduación Xantos Jorge, Rabanes
e Instinto estarían ahí; Blind Melon, Creed, Extreme… una de cada uno formando una gran cadena de canciones cronológicamente ordenada. Así podría seguir citando músicos, canciones y melodías hasta llegar a mis treinta y tantos años.
Lo curioso de todo esto es que no soy una persona excepcional, todos y cada uno de nosotros tiene en su cabeza una película hecha de recuerdos y estos, a su vez, son musicalizados con esa banda sonora que revive cuando a algún programador inteligente se le ocurre recordar que no todos vivimos la música de Justin Bieber (él estará la banda sonora de quienes tengan 30 en 15 años), y que recordar es revivir experiencias guardadas en el disco duro de la memoria.
La música es una máquina del tiempo, no lo olviden. Hoy los invito a que recuerden eventos importantes y los musicalicen, anoten cada una de las canciones que recuerdan y verán que al final, tienen la banda sonora de su película autobiográfica.
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