lunes, 27 de octubre de 2014

¡Cuidado con las brujas!


Mis hermanos y yo pasábamos las vacaciones en Chiriquí y no hubo una sola vez sin que alguno despertara mortificado por las historias de miedo que había escuchado antes de dormir.

Durante mi infancia, los viajes al interior eran los momentos ideales para que la muchachada se reuniera en la plaza del pueblo a contar y escuchar narraciones que por siglos pasaron de boca en boca, entre familias y por generaciones. Brujas, fantasmas, animales satánicos y apariciones eran algunos de los protagonistas de estas historias que escuchábamos con atención, demostrando cuán masoquistas podíamos llegar a ser, ya que a más de uno les causaban terror.

Mi abuelo, narrador innato, aseguraba que había visto duendes cerca de la casa y aunque mi madre prefería no contarnos nada que pudiera hacernos perder el sueño, no pudo evitar que alguno de sus hermanos - en un intento de hacernos ir a dormir temprano - iniciara un cuento con una frase como "¿ustedes saben qué pasa cuando los niños se quedan despiertos hasta tarde?"

En una ocasión, mi prima preguntó "¿saben que si ponen el oído en el piso de la entrada de la iglesia pueden escuchar los caballos de los jinetes del Apocalipsis?" Envalentonados fuimos uno a uno a poner la oreja en ese piso de cemento frío, donde lo único que escuchábamos eran los latidos de nuestro propio corazón, acelerado por una mezcla de adrenalina y miedo.

De boca de mis primos, tíos y algunos vecinos, conocimos las leyendas del padre sin cabeza, la silampa, la tulivieja y los duendes, así como también la historia de una señora pequeñita que se aparecía en nuestra casa e incluso dicen que también la vieron en casa de los señores Ponce, que vivían a media cuadra de mi abuelo.

Supimos también que si una bruja te ataca, debes ponerte la ropa interior al revés y rezar un Padre Nuestro; que hay que bautizar temprano a los bebés, si no quieren que se los lleven los duendes, ni debemos dejarlos desatendidos porque aparece la tulivieja y se los roba, pensando que es su niño, al que se llevó la quebrada.

No sé si sea cierto, pero dicen que el pueblo de Dolega fue construido sobre un antiguo asentamiento indígena, que bajo el viejo árbol de algarrobo que está camino a la lechería hubo un cementerio que quedó olvidado con los años; como recordatorio, las ánimas vuelven a la tierra cada noche de brujas y si guardas silencio por suficiente tiempo, puedes escucharlas susurrando junto a tu ventana.

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